Hace varios días que me pasa. Al principio no le di importancia, quizás era solo una
coincidencia, pero al cabo de unos días me empezó a llamar la atención.
Un día decidí investigar la situación. Empecé sentándome en la ventana y observando
la calle cada día que pasaba. Eso no me sirvió demasiado, así que salí a caminar para mirar de
otra perspectiva mi casa.
Pasaban los días y yo no encontraba nada que me diera una respuesta. Intente con
muchas cosas, observarlo de distintos lugares, anotar su comportamiento, grabarlo. Nada
funcionaba, parecía un caso perdido.
Ya cansada de no poder descubrir que era, decidí sentarme y esperar que pasara
nuevamente y poder seguirlo. Pasaban horas y no aparecía. Parecía a propósito, cuando quería
verlo no pasaba. Después de un largo rato esperando, mientras miraba la ventana, era el, juro
que lo vi pasar, un viejo hombre alto y gordo. Vestía una chomba roja, un pantalón azul hasta
la cintura, atada con un viejo y quebradizo cinturón. En sus pies tenía unos zapatos amarillos y
puntiagudos.
Me levanté inmediatamente y fui a buscarlo. No miento cuando digo que fui
demasiado rápido, pero cuando llegué, ya no estaba. Estaba la calle silenciosa y solitaria, como
si hubiese desaparecido cual luz.
Hasta el día de hoy sigo preguntándome ¿Qué habrá sido? ¿Habrá sido todo un sueño?
¿Jamás hubo un hombre así? Nunca lo sabré.
Texto: Estudiantes de Segundo C
PH: Nazarena Buzurro, Sexto B