Durante el mes de octubre, los/las estudiantes de cuarto A y B (orientación Sociales y Comunicación) realizaron este viaje pensado desde los espacios Patrimonio Ambiental, Lengua y Literatura, Emprendimiento en Medios, Educación Artística, Geografía e Historia entre otros. Se cumplió verdaderamente la intención interdisciplinaria al recorrer y analizar un espacio cultural desde múltiples ópticas escuchando la historia de los pasillos y salones del mítico hotel hoy devenido en monumento histórico y museo. 

Desde la escuela en sus diferentes espacios curriculares, los estudiantes llevaron premisas de indagación e instrumentos de recolección de datos para luego poder reponer todo lo escuchado de la historia del hotel y dar contexto a las fotografías y videos obtenidos del recorrido. Como parte de esa puesta en valor, los y las estudiantes de cuarto B desarrollaron en los espacios de EOI (Emprendimiento en Medios y Arte y Comunicación una muestra interactiva con aquellas partes de la historia o elementos que les hubieran parecido importantes de transmitir a otros grupos de alumnos. Por otra parte, desde Lengua y Literatura, las anécdotas compartidas por los guías del Edén que recopilan antiguos encuentros con fantasmas, sonidos y luces insospechados, sirvieron para ambientar la escritura de un cuento de terror que navegará entre las distintas épocas que pueden componer una narración. 

Compartimos un relato y algunas imágenes de la muestra, ambas expresiones con origen en aquel viaje educativo, convencidos que el encuentro auténtico de nuestros jóvenes con objetos y recorridos culturales de nuestra Córdoba brindan aprendizajes inolvidables y son pilares de espíritus curiosos y críticos. Gracias, también, a cada uno de los docentes que participaron activamente de estas experiencias. 

El Oscuro Secreto del Hotel Edén

Por Bruno Salgado de Cuarto B

Erase 1930, en una fría madrugada de Julio, en la que sólo se escuchaba el llanto de una joven, tan angustiante que hasta se podía comparar con el aullido de un lobo. Nadie entendía que sucedía, nadie sabia de donde provenía, solo era el alma en pena de Anita, una joven sureña que desapareció sin dejar rastro, sino solo el registro de dolor y sufrimiento.

Cuando la noticia llego a sus oídos, Anita  empezó a presentir el oscuro tormento que llegaba a su vida, desde entonces  no paro de rogarle a su abuela Eva que la cuidara de aquellas oscuras sombras que aparecían una y otra vez, cada noche y sin cesar en sus sueños. Sólo se resguardaba en un rincón de su habitación, donde los rayos de luz y los haz de la luna iluminaban el mismo rincón cada noche.

Llegaba en ese momento la última carta donde el padre de Anita era contratado para trabajar indefinidamente en el Hotel Edén en la Falda. En esa carta el destino incierto para Anita estaba escrito y seria el inicio de un horror eterno. Su mamá armaba las valijas, embalaba los recuerdos más preciados, mientras que entre burlas y risas, Telma y Teodoro, los hermanos mayores de Anita desestimaban el valor de sus sueños.

Ella rogó y rogó cada noche e imploro quedarse con su dulce abuela, pero nadié la escuchó y así fue inminente su viaje a la Falda.

Los Sullivan, llegaron al Edén, cargados de ilusiones y sueños, en búsqueda del progreso, pero lo que ellos no sabían era que solo les espera era un camino repleto de oscuridad, muerte y desolación que al fin y al cabo acabarían consumiéndolos uno por uno.

Eduardo Sullivan cada mañana a la 5:00 am, bajaba al subsuelo del hotel para cumplir con ñas tareas asignadas, y cada regreso por las tardes se lo encontraba con el cansancio físico y el aturdimiento de aquellas inmensas maquinarias que le quitarían el firme y tierno vinculo con su familia.

Juana Sullivan preparaba cada día los maletines y los delantales de Anita, Telma y Teodoro, delantales tan blancos que llegaban a ser los más relucientes de la escuela a la cual asistían. El relucir de los delantales, de cada sábana y cada mantel se llevó la salud de Juana lentamente. Al amanecer sus pequeñas manos inmersas en el agua del pileton  cubierto de helada, mezclado con fuertes químicos y el amor  por sus hijos no lograron detenerla. Ellos eran los más prolijos, los más amados, los entrañables hermanos Sullivan, los sureños que traían historias de ancestros y mitos de su Tierra Del Fuego.

Cuando iniciaba la primavera, Juana ya no lograba respirar, el invierno se había llevado su fresco aire para siempre, un esposo sin amor y tres hijos sin consuelo. Todos envueltos en la locura y la desolación. ¿Cómo seguir? , ¿Cómo no sufrir?, ¿Cómo no enloquecer?

Llegó a La Falda Mercedes, la hermana de Eduardo, viuda y madre de Arturo y Ramón, los primos que le quitarían a Anita el resto de cordura que le quedaba. Desde ese día no cesaron las noches interrumpidas de miedo, suspenso y angustia, ellos las perseguían, se escondían  y se reían, sus voces aturdían  y ellos no se veían.

Anita le contaba a su papá que cada noche las voces la envolvían, que las risas la aturdían y que los gritos incesantes no la dejaban dormir. Alguien le susurraba que la muerte de su madre podría haber sido evitada si ella hubiese logrado convencerlos de no ir al Edén. Le decían frágil, le decían débil, le decían incapaz, la culpaban del dolor de su familia y ella consumida ya no dormía. Esos días se prolongaron, Anita ya no podía ir a la escuela, ya no quería dormir, cerrar sus ojos significaba penar y sufrir.

Arturo y Ramón recorrían cada noche los pasillos de Edén, buscaban en cada rincón  de la habitación de Anita el escondite perfecto de las voces macabras que impulsaban su locura. Culpables siempre culpables, acosadores, señaladores, impulsores de la locura, instigadores del miedo.  Así Anita se convirtió en la victima perfecta, en la más frágil mujer destinataria de sus burlas, ya  nadie creía en Anita, Eduardo la castigaba, Telma y Teodoro no la escuchaban, su escuela ya no era un refugio y sólo le restaba la tierna voz de Juana, que desde otro lugar le daba paz y algo de esperanza.

Hablar con su madre le hizo perder la cordura, acercarse a su padre era símbolo de locura. Eduardo cada vez  subía menos a los pasillos del Edén, encontraba en el subsuelo el espacio para llorar la muerte de su amada esposa, allí sus hijos no demandarían su amor, los abrazos y caricias ya no eran exigencia, sólo Mercedes en su quehacer cotidiano permitía alguna demostración de afecto.

Una noche de verano aturdida y corriendo descalza por los interminables pasillos del Edén, Anita finalmente perdió la cordura, se lanzo al vació tras huir de aquellas macabras voces. Al despertar, rodeada de médicos  observándola fijamente, atada de pies y manos y con los ojos abiertos para siempre, la joven encontró su destino final. Las luces de la habitación nunca más se apagarán, su padre nunca volvería porque allí en el subsuelo habría dejado ir su vida. Mercedes se había marchado, llevándose con ella a Telma, Teodoro, Arturo y Ramón.

Habían pasado ya los meses, nadie sabia ni preguntaba por Anita, nadie sabría de quien huía por los pasillos, fue intriga saber como sobrevivió tanto tiempo sin salir de su habitación, de ese rincón de luz que se asemejaba  al de casa de su abuela Eva. La luz para ella era su refugio y finalmente su guía en el destino incierto. Anita no dormía, no comía ni reía, Anita sola en su mundo de luz no habitaba los pasillos del Edén.

Una mañana al abrir las puertas de aquella iluminada Anita ya no estaba, las ataduras intactas ya no envolvían sus manos y pies, no había rastros de ella, ni tampoco formas de salir de allí.

Cuenta la leyenda que los frisos sobre las puertas del Hotel Edén, recuerdan la presencia de Anita, la mujer que impidió la desaparición de otra joven en el lugar. No habrían sido Arturo y Ramón las voces aturdidoras, no habrían sido sus primos los causantes del dolor, se desconocen los nombres de las almas que llevarían a la locura a Anita. Nadie lo supo, nadie lo resolvió, nadie preguntó, pero nunca, nadie más desapareció.