El día viernes 7 de junio, en el Templo Parroquial se  reunieron los alumnos de 3º grado de nuestra escuela, junto a sus docentes, catequista institucional y familias, para compartir la celebración de los Bautismos y del Credo.

En esa ceremonia religiosa Ámbar y León alumnos de la Institución recibieron el Sacramento del Bautismo y estuvieron acompañados por padres, padrinos y familiares. 

El Bautismo es el Primer Sacramento que recibimos los cristianos. Es el Sacramento de la Vida, se quiere defender la vida, reconocida como don de Dios y defender la dignidad de toda persona humana.

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad. Meditar sobre el mismo, debe servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser, de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

Benedicto XI aclaró que Creer, “No es el encuentro con una idea o un programa, sino con una Persona, que vive y nos transforma al revelarnos nuestra verdadera identidad. Creer no es algo extraño y lejano a nuestra vida, algo accesorio; al contrario, la fe en el Dios del amor, que se ha encarnado y ha muerto en la cruz por nuestra salvación, nos presenta de forma clara que sólo en el amor encuentra el hombre su plenitud”. Sobre la importancia del Credo o Símbolo de la Fe, el Papa dijo que es necesario actualmente que “se conozca, se comprenda y se rece mejor. Sobre todo, es importante que el Credo sea, por decirlo así ‘reconocido’”. “En efecto, conocer podría ser una acción sólo intelectual, mientras que ‘reconocer’ quiere decir la necesidad de descubrir la profunda conexión que hay entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra vida cotidiana, para que estas verdades sean real y efectivamente –como siempre fueron– luz para los pasos de nuestra vida, agua que riega nuestro camino árido y sediento, vida que vence algunos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su justificación”.

Recitar el Credo es resumir nuestra fe en algunas líneas, pero que son claras y esenciales, son el compendio de todo en lo que creemos. Es aceptar y reconocer de manera pública que Dios es el Señor de todas las cosas, quien a través de su Hijo Jesucristo dio la salvación al mundo entero y en herencia nos ha instituido como hijos suyos, nos ha hecho Iglesia universal.

Es asombroso pensar que cada vez que recitamos el Credo, participamos en unión con toda la Iglesia en el mundo, incluso con aquellos que actualmente sufren persecución por su fe. Con el mismo orgullo y respeto con que se canta el himno nacional, signo de unión e identidad de un país; así nosotros como católicos debemos decir de manera consciente, con emoción y respeto a una sola voz el “Creo”, signo de amor y lealtad a Dios.

El Papa Francisco nos invita a ser conscientes de lo que decimos al momento de recitar el Credo y que no es una mera repetición: “La fe es confesar a Dios, pero el Dios que se ha revelado a nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta nosotros ahora; el Dios de la Historia. Y esto es lo que todos los días recitamos en el Credo”.

Profesar nuestra fe nos obliga también a ser testimonio vivo de lo que decimos. El Credo no es sólo una oración más de la Santa Misa, es una oración de vida, es nuestra identidad que como bautizados nos permite formar parte de la gran familia de Cristo. Por lo tanto, la próxima vez que puedas profesarla hazlo con amor y convicción. Ya que por medio de él, es que participamos en comunión con todos los santos. En el Credo no sólo afirmamos la existencia de la Trinidad, sino que nos fiamos de Dios como Padre y Señor de la vida, confiamos en la salvación de Jesús y esperamos que el Espíritu continúe actuando en medio de nosotros. Confiamos que Dios sigue y seguirá caminando con su pueblo. Recitar el Credo es encender una luz para seguir avanzando confiadamente por la vida hacia el Reino, creyendo que Dios está con nosotros. El Credo no es sólo para la liturgia del domingo, sino para la vida.