Somos seres sociales, vivimos en sociedad, en el presente que vamos creando, recordando el pasado y proyectando nuestro futuro. Y todo esto lo hacemos siempre con la esperanza de que el mundo que vamos creando será siempre mejor para todos.

Hoy decidimos homenajear a aquellos que ya no están con nosotros, a aquellos que libraron las batallas más crueles, solitarias y frías, los homenajeamos con la esperanza de que su suerte no se repetirá, de que las generaciones futuras, … ustedes … aprenderán de esta historia viva y proyectarán un futuro mejor.

No hay en nuestra historia reciente un recuerdo comparable al del 2 de abril de 1982, no podemos recordar una vivencia tan cargada de emociones contradictorias y desconcertantes como las de ese día y los días que siguieron.

Dos sentimientos antagónicos, enfrentados, casi imposibles de conciliar, se instalaron en el ánimo de todos los argentinos; por un lado, el inesperado florecimiento del orgullo patriótico y por otro la angustia de saber que entrabamos en una guerra.

Pero hoy no corresponde hablar de guerras. Sino que vamos a honrar a nuestros héroes, a aquellos jóvenes argentinos que, con muy poca edad, algunos con 18 o 19 años recién cumplidos, algunos que apenas habían terminado el secundario, que estaban cumpliendo el servicio militar obligatorio y que se encontraron de repente luchando cuerpo a cuerpo con soldados profesionales que los superaban ampliamente en armamento y preparación militar, en un contexto de hambre, desprotección y frío. Contra todo eso y contra todos debieron luchar. Y muchos aún lo siguen haciendo, siguen luchando para que su recuerdo permanezca vivo, que la llama de la justicia siga encendida.

A 36 años de esta guerra, con su doloroso saldo de frustración, de dolor y de anhelos permanentes, nuestra Constitución Nacional nos convoca a recuperar nuestras Malvinas y demás Islas, por medios pacíficos.

Es un compromiso y un mandato, racional, maduro, absolutamente irrenunciable. Pero no bastan los reclamos diplomáticos ni los merecidos homenajes a los caídos y veteranos de esta guerra. Es necesario, cultivar en las nuevas generaciones, el conocimiento sobre nuestros derechos, el sentimiento de pertenencia, el amor a la patria, la solidaridad y el amor cristianos, el respeto hacia un pasado que forma parte indefectiblemente de nuestro presente.

Lo que hemos recordado no debe quedar en el pasado como una simple anécdota, sino que nos debe servir de enseñanza, para aprender que las islas nos pertenecen por estar en nuestro mar y por historia, y que debemos seguir luchando para recuperarlas en paz.